En aquel amanecer la paz de la luna murió y del horizonte, amenazante se alza el sofocante sol. Bajo su ferviente manto poco a poco se entibia la piel que recubre la fría ataraxia de aquel hombre. De la ausencia de un sueño de alba la luz invade su mirada perdida, gritando que la noche ha terminado, y la espera por un nuevo atardecer ha comenzado.
El tiempo corre incesante a su costado, y los seres de aquel hedor a luz tropiezan el lento desplazar a través de este suelo manchado por tragedias y una fe tan negra como la conciencia humana. Poco aprecia el transcurrir de las almas consumadas pues su propia oscuridad traza una línea hasta el horizonte, acogedora y egoísta.
La voz de la humanidad se pierde en el frenesí de su propia obra, en el ruido de las máquinas y en la habladuría de sus semejantes, pero el hombre es omiso y ajeno, esos susurros se apagan en los gritos de su propio pensamiento; un rojo caudal fluyente bajo la pálida luminiscencia de la luna eterna. Una risa lacrimosa y la danza de las almas perdidas que brillan en el firmamento. Un canto angelical y un susurro endemoniado para el dichoso que en las ruinas de la existencia, consigue morar en el gozo eterno.
En el silencio del mundo el hombre se baña de su propia dicha, del abrazo de los dioses que lo acunan en su vigilia, escuchando la música de su propio infierno. Su cuerpo, decadente, una herramienta divina a través del cual fluyen trivialidades; unas palabras, una imagen… jamás un ideal. El hombre solloza prisionero de su mente, lienzo de un dios tan puro como oscuro, pugnando misericordia y su alma ser consumada en la luz despiadada y salvaje.
Entonces, un respiro, profundo y desconocido. La luz ya no hiere más y su alma ha callado, pero el silencio es todo lo que puede oír, la noche es ahora una nueva espera y por vez primera es acosado por esa espesura de nombre soledad.
El hombre no verá la eternidad en sus sueños, será aguardado por ella al final del horizonte, renegado de su gnosis y desconocido para la luz. La noche es misericordia y miseria para el que osa conocer su bondad. Fría y perpetua, dulce y sigilosa, es fruto del pensamiento perturbado; la esencia del hombre.
Yace éste ahora caminante en su destino, entre la luz y la oscuridad, vivo, pero en compañía de las almas fallecidas, tras el evanescente rastro de la grisácea luna, desde ahora hasta el fin de su tiempo como el hombre muerto.
#NowPlaying: Seinaru Koku Eien No Inori - Malice Mizer