Un sonido leve salía de su garganta, un tono más grave que su voz, como si tratase de hablar pero el dolor se lo impidiese. Aún con su cuerpo contorsionado, luego de un instante de silencio hecho una carcajada. Su voz era diferente y cuando finalmente volteó su cara hacia mí también era otra. No pude esconder mi miedo y tampoco entendía que había pasado. Todo en ella había cambiado excepto su cabello y la ropa que llevaba puesta. Era ahora muchísimo más delgada, de aspecto anoréxico, su piel era pálida y sus ojos ennegrecidos aludían una locura descontrolada. Parecía que entre sus huesos y su piel solo fluía el placer de ese momento y su aspecto harapiento y retorcido fue quizás lo que me paralizó el pensamiento.
Luego de su carcajada, colocó de nuevo esa sonrisa sobre sus labios pero no había nada de inocencia, en su lugar pensé que los minutos atrás habían sido un juego y que la ironía de esta sonrisa era algo intencional. Y ella deseaba que lo entendiera. Extendió de nuevo sus brazos y esta vez el miedo en mí fue tal que no pude abofetearla, sino golpearla.
Pensaba una y otra vez que eso estaba mal, pero sus ojos afirmaban una verdad de muerte si lograba tomarme en sus brazos. No me restringí para defenderme, sentía que debía hacerlo y podía escuchar sus huesos quebrarse en mis manos. Esa carcajada, una burla descarada que con cada segundo se hacía más ruidosa y menos humana.
Cuando pude zafarme me vi con desespero corriendo, moviéndome sin control hasta que pude ir calle abajo, sin importar a dónde o que encontraría en el camino. Casi no podía respirar pero cuando dejé de escuchar a aquel monstruo sentí paz y no detuve mi paso. Estaba agotado pero no podía detenerme, no quería.
Una vez más el chillido rompió el silencio, para mostrarse saltando y haciendo piruetas mientras yo corría a lo más que daban mis piernas, tanta libertad de su parte me hizo entender que era vulnerable, y que no tenía oportunidad. No desistí pero se acercaba lentamente a mí, podía capturarme cuando quisiera pero se burlaba de mi debilidad.
Al sentir su respiración en mi hombro supe que sería el final del camino, pero repentinamente su cuerpo se detuvo como si algo invisible hubiese bloqueado su camino, y vi su cuerpo caer y romperse. Me hecho una última mirada, cargada de odio y frustración y un grito que me obligó a cerrar mis ojos.
Así entonces, su voz se fundió en el eco de la oscuridad y pude abrir mis ojos, me di cuenta de que todo había sido un sueño, y el amanecer se estaba levantando. Cuando nació la luz del sol, se vio erguida toda fortaleza, y lo natural se sobrepuso a lo sobrenatural. Pero... ¿Cuánta realidad cabe en la fantasía si el sueño es un relato del subconsciente?